“Educarnos para educar, la única innovación posible”, por Diego Scotta
Si comprendemos la Innovación como capacidad creativa, como capacidad de dar nuevas respuestas a las demandas actuales, de responder de forma útil y adecuada a las necesidades “centrales” que presenta nuestra sociedad contemporánea; comprenderemos claramente que la educación juega un rol único y determinante.
Rápidamente se nos presenta el primer desafío innovador: comprender la educación como un proceso que no se dirige solo hacia los demás sino sobre todo hacia uno mismo, hacia una auto-educación; y que implica el conocimiento que no ofrece la educación oficial, todo aquello que se conoce hoy como Soft Skills.
El segundo desafío conlleva la idea de tiempo: este proceso no deberá ser durante un período determinado, como sucede con la educación académica, sino durante toda la vida, explotando al máximo la gran capacidad que tiene nuestro cerebro: aprender siempre, bajo cualquier circunstancia, de todo lo que nos sucede (long life learning).
